Sabemos que el Valle del Aragón, el de Tena o los de Hecho y Ansó son de sobra conocidos. Vivimos en un lugar maravilloso y era imposible mantenerlo en secreto. Pero pese a la fama y el turismo, el Pirineo mantiene rincones tranquilos y llenos de magia. Lugares que permanecen agazapados junto a las rutas más conocidas, ocultos tras los “spots” con más “likes” de instagram, esperando a ser descubiertos por las revistas y blogs.
Hoy vamos a hablaros sobre uno de esos sitios. Un valle lleno de historia y de naturaleza. A tan solo 15 minutos de Jaca, y tras cruzar el puente de Castiello, se abre frente a nosotros el larguísimo Valle de La Garcipollera.
Los primeros asentamientos conocidos en este valle datan del siglo XI, y su tierra se ha seguido cultivando hasta hoy. Si bien, la época más triste para este valle llego en los 60 del siglo pasado. La construcción del pantano de Yesa, motivó la expropiación de las casas y tierras de cultivo de la Garcipollera, para repoblar con pinos y retrasar la colmatación del embalse por el arrastre de sedimentos provenientes de la erosión de las laderas.
Es en esa época en la que los pueblos que salpicaban el valle quedaron deshabitados: Bescós, Acín, Larrosa, Villanovilla, Yosa y Bergosa.
Lo que os proponemos es redescubrir este valle cubierto de bosques, donde los ciervos, corzos, zorros y jabalíes campan a sus anchas. Para que sea más fácil recorrerlo, os contaremos lo que tenéis que visitar (sí o sí) en el Valle de la Garcipollera.
El Monasterio de Santa María de Iguácel
Este pequeño monasterio de Iguácel (que significa “la felicidad del cielo”), del que se conserva la iglesia románica, tuvo gran devoción y fue muy famoso en su época. Sus principales patrocinadores fueron Doña Urraca y el Conde Sancho, tutor de Sancho Ramirez.
La iglesia conserva una parte de sus pinturas murales, la preciosa reja de forja que adornaba su altar y la virgen de Iguácel pueden visitarse en el Museo Diocesano de Jaca, que ningún aficionado al arte debería perderse. Lo cierto es que el lugar es especial, la pradera en que se asienta la iglesia, rodeada de un enorme circo de montañas y surcada por el rio Ijuez, es, en opinión de muchos, un centro de fuerte energía, que explica tan recóndita ubicación.
Para llegar al Monasterio, tenemos que continuar por la pista forestal que comienza en Villanovilla (no es necesario 4×4 pero es preferible no adentrarse con vehículos muy bajos). Precisamente en esa pista nos encontraremos el próximo punto que debemos visitar en el Valle de la Garcipollera.
Larrosa
Cuando lleguemos al área recreativa del despoblado de Acín, junto a las ruinas del pueblo, será momento de dejar el coche para acercarnos caminando hasta uno de los pueblos abandonados más bonitos del Pirineo: Larrosa.
Debemos seguir la pista hasta un barranco que viene de nuestra derecha, allí veremos hitos de rocas que marcan el desvió por camino (¡atención aquí o nos pasaremos!). Cruzaremos bosques, barrancos y pinares entre altísimos muros de piedra que debieron servir para limitar huertas y campos.
En menos de 45 minutos llegaremos a un claro donde asomaran los paredones medio derruidos de las casonas de Larrosa y la torre de la Iglesia de San Bartolomé, que conserva muy bien su estructura románica.
Pasear por el pueblo es una experiencia fantástica. El silencio nos envuelve en un ambiente sobrecogedor, muy difícil de explicar con palabras, ¡lo mejor será comprobarlo uno mismo!
Bergosa
La atalaya de la Garcipollera. El pueblo de Bergosa tiene una ubicación muy especial, que ha conseguido convertirlo en una excursión muy popular, que por su cercanía, puede hacerse andando desde Jaca. Nosotros os proponemos que dejéis el coche en el espacio de aparcamiento que hay junto al puente de Torrijos, y desde allí, toméis el Camino de Santiago en dirección a Castiello de Jaca. En unos pocos metros y tras pasar por una casona con llamativos ventanales rojos, tomaremos una senda bien marcada que sale a nuestra derecha.
El camino serpentea entre bosques de pinos en ascenso mantenido. Podemos tomar esta subida con calma, no nos llevará más de una hora alcanzar las primeras eras de Bergosa.
En Bergosa, podemos ver el esfuerzo de sus antiguos habitantes por mantener vivo el pueblo, aquí encontraremos textos explicativos, una fuente muy bien conservada e incluso alguna edificación arreglada.
Tras el ascenso, es momento de tomarse un respiro en alguna de las eras que gozan de unas vistas privilegiadas. No encontraremos un lugar mejor para disfrutar del delicioso PICNIC que habremos encargado en el Hotel Oroel o el Gran Hotel de Jaca. Al norte el imponente macizo de Collarada, la cumbre del Valle del Aragón, y al sur la mítica Peña Oroel y las rocas de San Juan de la Peña. Solo queda sentarse a disfrutar del bocadillo y de las vistas.
Ya repuestos del esfuerzo, podemos recorrer las callejuelas del pueblo, visitar la iglesia (con precaución, son muy evidentes las grietas en sus muros) y emprender el camino de vuelta hasta nuestro coche.
Con esta visita habremos completado un buen recorrido por la Garcipollera, por su historia, que nos dejará un sabor agridulce, sus paisajes y sus magníficos monumentos. Pero este valle aún tiene mucho más que ofrecer. Los que disfruten de la fauna salvaje no deberían perderse, a finales de septiembre, el espectáculo de la “berrea” de los ciervos. Los más montañeros pueden afrontar con solvencia el ascenso al Puerto de la Leta y los Bacunes, que rodean el Valle de Iguácel y ofrecen unas vistas magnificas. Los que resistan el agua helada, disfrutaran de las “pozas” del rio Ijuez en los meses más calurosos, y los amantes de la BTT encontrarán unas rutas alucinantes. ¿Necesitáis más excusas para volver al Pirineo?